llevo en la nostalgia mi abanico
y un tibio temblor de hojas caídas
mientras salgo a buscar el perfume de la música.
quizás un duende ha vislumbrado mi demencia
o ayunó en los placeres
tras la noche remendada.
quizás padezco tu maldición
en torno a las bocas
que salpican sus nocturnas aves
y proponen que salte al mundo
con las manos vacías
Precioso.
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