domingo, 18 de marzo de 2012

XXVI


Las aguas no se unen.  Nadie instala pedraplenes para atravesar la bahía, y no importa: el mar copula con sus víctimas más allá de la quimera.  La felicidad es otra dimensión sin pentagrama, un canto íntimo que sacrifica al gran rebaño.  No soy el amante inmaculado.  Bostezo en la penumbra y abro mis venas sin pudor.  No podrán santificarme tras las hostias de hambre y tragos de agua bendita.  Soy el objeto no identificado fuera de su órbita.  Nevará en Jerusalén y habrá frío en el pesebre, en mi resurrección indómita y sin luto.  Soy el fetiche que cuelga de tus ojos y se muestra al mundo como una demencia.  Pero qué importa.  Tu órgano genital está a la expectativa y no me escucha.  Y vuelvo a decir que no me importa.  Cada erección es un golpe de gracia: excusa para morir sin memoria.

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