domingo, 5 de enero de 2014

Y SIGUE IGUAL...

Hoy intentaré remover, otro poco, el trastero de mis memorias. Esta noche mágica, tres personas con disfraz de Reyes Magos han de culminar su cabalgata cumpliendo las dulces fantasías de millones de niños.

La hermosa tradición ha vuelto a ocupar su espacio en la Isla -siempre que los padres dispongan de “moneda fuerte”- tras largos años de ausencia ya que, al triunfar la Revolución, las celebraciones con matiz religioso quedaron suspendidas. Los niños recibirían sus tres juguetes correspondientes en el mes de julio para conmemorar, en cierta forma, el Asalto al Cuartel Moncada. Desde muy temprana edad, el pequeño se veía obligado a aceptar sus tres “regalos” que, a escala burocrática, se les asignaba con la libreta de abastecimientos de productos industriales, los cuales consistían en:

1 juguete básico: patines, muñeca…
1 juguete no básico: soldaditos plásticos, juego de cocinitas…
1 juguete dirigido: canicas, comba…

Cada establecimiento comercial mostraba en sus escaparates los juguetes a elegir y pegaba en la cristalera los extensos listados de los núcleos familiares que contaban con niños. Por orden numérico aparecían la hora, fecha y tienda donde los padres debían adquirir dichos juguetes en un plazo de seis días. A pesar de esta rígida disciplina, las colas en las tiendas eran desbordantes. Los afortunados, que podían comprar el primer día, llevaban a sus casas los mejores juguetes y, los últimos, solo conseguían el sobrante.

A partir de 1989, con la Caída del Campo Socialista del Este, quedaron atascadas las tuberías del rublo y del petróleo proveniente del Cáucaso y comenzó, para el pueblo cubano, el archiconocido “Período Especial en tiempos de Paz” que conllevó a la retirada de la libreta de abastecimientos y a la imposibilidad de comprar juguetes con la moneda nacional.

En enero de 2001, el gobierno cubano acusó de “provocación, ofensa y ultraje” a los diplomáticos españoles que organizaron una cabalgata de Reyes por el Paseo del Prado en La Habana. Para el Gobierno y único Partido en la Isla, lo correcto es que los menores, a la edad de doce años, estudien y trabajen la tierra, internados en escuelas y campamentos alejados de sus familias.

Es esa la infancia que me tocó vivir y por la que aún sangramos muchos cubanos.


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