Hoy intentaré remover, otro poco, el trastero
de mis memorias. Esta noche mágica, tres personas con disfraz de Reyes Magos
han de culminar su cabalgata cumpliendo las dulces fantasías de millones
de niños.
La hermosa tradición ha vuelto a ocupar su
espacio en la Isla -siempre que los padres dispongan de “moneda fuerte”- tras
largos años de ausencia ya que, al triunfar la Revolución, las celebraciones
con matiz religioso quedaron suspendidas. Los niños recibirían sus tres
juguetes correspondientes en el mes de julio para conmemorar, en cierta forma,
el Asalto al Cuartel Moncada. Desde muy temprana edad, el pequeño se veía
obligado a aceptar sus tres “regalos” que, a escala burocrática, se les asignaba
con la libreta de abastecimientos de productos industriales, los cuales
consistían en:
1 juguete básico: patines, muñeca…
1 juguete no básico: soldaditos plásticos,
juego de cocinitas…
1 juguete dirigido: canicas, comba…
Cada establecimiento comercial mostraba en
sus escaparates los juguetes a elegir y pegaba en la cristalera los extensos
listados de los núcleos familiares que contaban con niños. Por orden numérico
aparecían la hora, fecha y tienda donde los padres debían adquirir dichos
juguetes en un plazo de seis días. A pesar de esta rígida disciplina, las colas
en las tiendas eran desbordantes. Los afortunados, que podían comprar el primer
día, llevaban a sus casas los mejores juguetes y, los últimos, solo conseguían
el sobrante.
A partir de 1989, con la Caída del Campo
Socialista del Este, quedaron atascadas las tuberías del rublo y del petróleo
proveniente del Cáucaso y comenzó, para el pueblo cubano, el archiconocido “Período
Especial en tiempos de Paz” que conllevó a la retirada de la libreta de
abastecimientos y a la imposibilidad de comprar juguetes con la moneda
nacional.
En enero de 2001, el gobierno cubano acusó de
“provocación, ofensa y ultraje” a los diplomáticos españoles que organizaron
una cabalgata de Reyes por el Paseo del Prado en La Habana. Para el Gobierno y
único Partido en la Isla, lo correcto es que los menores, a la edad de doce
años, estudien y trabajen la tierra, internados en escuelas y campamentos
alejados de sus familias.
Es esa la infancia que me tocó vivir y por la
que aún sangramos muchos cubanos.
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