Así vayan
apareciendo los astros en mi pecho podrás removerme. Aquí los nombres se
agolpan mientras la noche me deja encinta a pedazos de gloria. Acabo de encender el
viaje del retorno: son las campanas que repican… Ahora los viejos desprenden sus
ojos de vivir y estallaremos en la profecía. ¡Calla! El placer se ha marchitado en los cristales, pero somos la fuerza. Toda
la nieve, la ruina... Todo el paisaje de isla hambrienta que deja la
soledad y hoy es mi boca... ¡No es
propio de los muertos tanto amor! ¿Quién llevará flores a mi tumba? Padecí de
fiebre, de varices, de corona de espinas… Padecí de ti y de las crueldades, y te
amé hasta matarme el día en que Dios apostó a la manzana. ¡En blanco y
negro! Y tú ahí, irreal, mientras yo
andaba de cisne ante las puertas del sacrificio. ¿Cuántas veces puse a secar mi
piel en la distancia? ¿Y cuántas perdí? Llora por lo que pudo ser y el diablo truncó. Llora, así parezca que en los astros
del pecho hay una luz, es una sombra. Así creas que he sobrevivido...
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