Vuelve a doler mi cabeza... Los Cascos Blancos la machacaron -“en nombre del pueblo”- una tarde de abril del 80 cuando
pretendí cruzar el cercado de la
Embajada del Perú después de negarme a masacrar a una colega.
Afuera estaban sus alumnos-pioneros-comunistas, sujetos al deber de repudiar
todo cuanto oliera a gusanera.
En la embajada se metieron miles de personas:
médicos, artistas, obreros, en fin, personas... Se dice que “a río revuelto,
ganancia de pescadores”. Muchos oportunistas repartían golpes y se apropiaron
de una buena tajada mientras arrebataban las escasas pertenencias que los gusanos llevaban consigo. Después asolaron
sus casas. La escoria estaba bajo control pues los puntos de reunión de la soberbia
patriótica se hallaban en cada calle habanera. Los pejes gordos se
ocuparon en distribuir armas defensivas, muy típicas del paleolítico: huevos, piedras y
potes de pintura para garabatear obscenidades o copiar consignas de repulsa en
las fachadas hogareñas de cada indeseable.
Entre tanta desvergüenza, en el
recinto de la sede diplomática, se colaron muchos espías para infiltrarse en el
corazón enemigo. Lo cierto es que no lo pensé: en lugar de lapidar a mi
compañera, me uní a ella, la cual consiguió abrirse paso y saltar la verja,
cosa que no pude hacer yo. En el improvisado puesto de mando alegué las más inverosímiles formas de ser
escoria en medio de la "pureza de
nuestros principios", pero...
Sí que no se me olvidan aquellos días, amiga. Pienso, que el escrito continúa: espero.
ResponderEliminarBesos
Es muy fuerte, Pichy! Poco a poco...
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