Llevo fiebre en los libros
que sitúan al cordero
sobre el prado del
alma
y le hacen pastar en mis melancolías.
Los ángeles perdieron el sendero
y es que las nubes merodean
mi instinto de tórtola.
¡Ya no rezo!
Soy la muchacha vieja que lamenta su jauría
entre pañuelos
y desboca un holocausto de corazones
encima de la mesa.
Me resulta muy bien lo logrado poema, amiga. Dices con tan buen discurso...
ResponderEliminarBeso