POESÍA O PLOMO, JUEPUTA.
Netflix es a Escobar
lo que la poesía es al mal.
Published on 31 Julio, 2017
“Biemparidos” lectores de la-poesia.es, es hora de dinamitar
los clichés que queden sobre la poesía, hoy haré de mecha. El título de este
texto es un clickbait clarísimo, pero qué poesía no aspira a remover la
curiosidad del potencial lector desde el propio título y sobre todo, qué poeta
no ansía captar la atención del receptor de su obra de manera inmediata y
fácil. Realmente todo artista vive de los reclamos que sea capaz de crear
acerca de su arte y toda cultura sobrevive a base de la fama, sostenida en el
tiempo, que sea capaz de generar con todos los medios a su alcance. El título
de este texto alude a una serie mainstream de televisión cuyo éxito reside en
potenciar la figura de uno de los mayores delincuentes de la historia
contemporánea (que no se molesten los dueños del poder financiero ni sus capos
de la política, Rodrigo Rato no te rayes), en un caso más de cómo el
mercantilismo artístico es capaz de convertir en producto atractivo algo, que
objetivamente es malo, deleznable u horrendo, y este es el concepto con el que
chapotearé y salpicaré a los ojos con los que miro el panorama poético.
Alerta spoiler: las poetas
escribimos y/o recitamos para gustar. Primero a nosotras porque somos
egoístas, segundo a nuestro potencial público y tercero, para gustar a todas
aquellas personas clave que hacen que escribir poesía siga mereciéndonos la
pena y teniendo sentido. Existe una autoconfirmación artística de la ruta establecida
en nuestro egotrip, una seducción intelectual del lector/oyente y una
demostración de talento, en cada obra. Hasta el poeta más taciturno y sombrío
se alimenta de satisfacción y no hay nada que deje más satisfecho al artista
que una buena ovación o un halago de la persona adecuada. Y esto no es
negativo, ojo, no es censurable, en todo caso debo criticar la falsa modestia o
la hipocresía tal que lleva al sentir general a una deriva distorsionada en la
que parece que lo correcto es lo humilde y lo humilde pasa por la tristeza, la
soledad y la penuria. No amigas, cuando un artista expone y comparte su arte,
en este caso por escrito o interpretado, su objetivo de éxito puede ser la
fama, el dinero, el orgullo de demostrar talento y recibir halagos, puede ser
todo esto y seguir siendo humildemente respetuoso con el resto de artistas, con
la sociedad y por lo tanto no necesariamente sea algo reprobable.
Con esto último juega la susodicha serie
de televisión (Narcos – Netflix), rompe el cliché de lo “socialmente
reprobable” convirtiendo al villano en héroe y al asesino en persona. Traigo esto al
terreno de la poesía porque considero que es la poesía la que
ejerce ese mismo efecto transformador tolerante sobre el poeta y
su obra. Un ejemplo para que se entienda, seguro que habéis escuchado o leído a
poetas hablando de temas horribles, maltratos, desórdenes mentales, bajos
deseos, actitudes machistas, apología de delitos… y rara habrá sido la vez que
esos poemas no hayan terminado con un aplauso. Con esto quiero explicitar la
capacidad de transformación positiva que tiene el lenguaje poético. Puedes
echar lo peor de ti y de este mundo y ponerlo encima de la mesa, que al
tamizarlo a través de la poesía se convertirá en el azúcar glas de un aplauso o
en la harina de la base del pan que alimenta la sonrisa de un seguidor. Me
resulta sobrecogedor pensar que puedo aplaudir un poema que defiende el
suicidio porque me haya gustado y entretenido artísticamente cuando lo que
surement estoy haciendo es fomentar la reafirmación de un suicida en potencia
que está gritando ayuda de manera subliminal a través de su poema. Y quien dice
aplaudir un poema autodestructivo, dice utilizar las expresiones de los
narcotraficantes de la serie y decirle “jueputa, gonorrea” a un colega entre
risas cuando, si no fuera por la serie, serían insultos y amenazas varias
dignas de los delincuentes sudamericanos que aparecen.
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