Ha muerto John Ashbery, el poeta de la experiencia de
la experiencia
Fallece a los 90 años
uno de los poetas estadounidenses más importantes del siglo XX
Por: Eudald Espluga , lunes
4 de septiembre de 2017
El pasado mes de
noviembre, John Ashbery publicaba en The Nation el que ahora
sabemos que sería uno de sus últimos poemas.
Titulado 'Efecto
dominó', hablaba de la de la victoria de Trump, algo insólito viniendo de un
poeta que había sido criticado una y otra vez por su falta de compromiso
político. "Poesía es poesía. Protesta es protesta" había dicho tras una
disputa acerca del carácter impolítico de la obra de amigo y compañero de
generación, Frank O'Hara.
"Por una erección que dura más de cuatro horas
dile que tú no coincides con él."
Así empezaba el poema,
que pasaba de la problemática erección inicial a explorar un territorio mucho
más vasto y vago, el de los rutinarios ciclos de poder que se siguen unos a
otros. ¿Hablaba excepcionalmente Ashbery de política para advertir que
no había nada de excepcional en la victoria de Trump?
"Está todo cambiado. En lo que hablamos
caen parlamente, surge gente y muere.
¿Fue esto venganza por la última vez?"
Quizá 'Efecto dominó'
sea el único texto sobre Trump publicado hasta la fecha que no toma partido
explícita y teatralmente, que no condena con grandilocuencia y ampulosidad, que
no eleva al nuevo presidente a la altura de un semidiós. Sí, Ashbery
escribió un poema político, pero lo hizo fiel a sí mismo: rechazando las
categorías acomodadas que nos permiten descansar en el discurso, suspendernos
en la proclama conocida.
Ashbery era un enemigo
de lo obvio —y pensaba que la poesía política no hace sino hablar de cosas que ya
se saben y con las que uno ya está de acuerdo—, de ahí que a lo largo de su
vida fuera distinguido y menospreciado al mismo tiempo por su oscuridad, por lo
indescifrable de su escritura.
El norteamericano,
además, no dudaba en apropiarse de esa consideración: "no tengo ni idea de
qué habla mi poesía", dijo en una entrevista, repitiendo, quizá intencionadamente, las palabras que W.H. Auden le había dedicado años atrás, cuando dijo que no
había entendido una sola palabra de Algunos árboles.
La inaccesibilidad de
su obra, sin embargo, chocaba con su antiitelectualismo y su talante divertido
y provocador. Citaba a Derrida porque había escuchado citarlo "en algún
cocktail", pero negaba haberlo leído Y si bien su poesía
fue enmarcada en el modernismo, en las vanguardias, en el surrealismo, en el
expresionismo abstracto, en el existencialismo y, más generalmente, en la
posmodernidad, nunca incurrió en la obscenidad de la teoría.
Si su poesía resultaba
esotérica, y por ello tanto más fascinante, era porque rechazaba una escritura
visceral y directa, que llenara de vida la palabras, como si estas pudieran
representar simétricamente la realidad. Tendemos a pensar que nuestras frases
reproducen la estructura del mundo, que él hay sujetos, objetos, relaciones, y
que basta con adherir una palabra a cada cosa.
"Casa".
"Perro". "Cantar".
Pero el lenguaje es
una practica, no un conjunto de etiquetas que colgamos autoritariamente a golpe
de ostensión. El lenguaje se da siempre en el mundo, en circunstancia,
enmarañado de relaciones preexistentes y ya significativas. No se habla ex
nihilo, ni se hace poesía que no sea ya una repetición, una variación. Por
eso, a Ashbery le gustaba decir que su objetivo era capturar "la
experiencia de la experiencia", entendernos entendiendo.
"Este poema tiene que ver con el lenguaje en un nivel muy básico.
Observa cómo se dirige a ti. Tú miras por la ventana
o pretendes juguetear con algo. Lo entiendes, pero no lo entiendes
realmente.
No lo cpatas, o él no te capta a ti. Ninguno de los dos lo capta.
El poema está triste porque le gustaría ser tuyo, pero no puede."
Es cierto, la crítica lo ha repetido. Ashbery es quizá el poeta
norteamericano más influyente del siglo XX. Ashbery es una tradición en sí
mismo. Ashbery es inimitable y, aun así, ridículamente imitado. En su poesía
fragmentaria e ininteligible se materializa una dislocación entre lenguaje,
mundo y consciencia —cuyo símbolo será su Autorretrato en espejo
convexo— que coincide con una dislocación y fragmentariedad que será típica
de la organización posindustrial del capitalismo.
En muchos sentidos, Ashbery tenía todos los números para
convertirse en el poeta de nuestro tiempo —mitad oráculo, mitad sacerdote—, que
paseara y exhibiera su visión del mundo, desplegando sus ideas como un gurú
empeñado en convertirnos a su religión privada.
Pero, para el estadounidense, la poesía no puede salvarnos. La poesía no
debe salvarnos.
"Éste pudo haber sido nuestro paraíso: un refugio
exótico en un mundo agotado."
La literatura es para Ashbery un edén transitable, pero inhabitable. No
podemos abandonarnos en la lectura, descansar en los versos, reafirmarnos en la
tranquilidad de una forma conocida. Nos obliga a estar siempre
distanciándonos de nosotros mismos, poniéndonos en perspectiva: leernos a
través de palabras que, aun siéndonos ajenas, nos constituyen.
"Te la han jugado una vez más. Yo creo que tú existes solamente
para convencerme de que lo haga, en tu propio nivel, y luego ya no estás
allí
o adoptas una actitud diferente. Y el poema
me ha empujado hasta ponerme suavemente a tu lado. El poema es tú."
Ahora John Ashbery ha muerto. Ayer se conoció la noticia de
su fallecimiento, anunciada por su hermano. El poeta murió a los 90 años, de
causas naturales, dejando en el mundo 28 poemarios. Ganó casi todos
los premios que se pueden ganar, pero incomprensiblemente para muchos nunca
llegó a ser honrado con el Nobel.
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