XXXII
El deseo
yace de espaldas
al estéril
ovario de la oratoria.
Se malogra
detrás de la pantalla
que miente
a diestra y siniestra
mientras
prostituye su coraza.
Todo deseo
se oculta y zozobra
entre los
dedos de la borrasca
sobre
diáfanos cuadernos y la tinta.
¡Todo!
¡Todo!
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