sábado, 2 de marzo de 2019

CICLO DE POESÍA FEMENINA CUBANA


Autora: Úrsula Céspedes de Escanaverino, Bayamo, 1832

¡Está dormida!

(En la corona fúnebre de mi querida y malograda
discípula, la Srta. doña Eudosia Palma y Pérez.)

No hagáis ruido, callad... está dormida
     como un ángel de paz;
apartad esa luz enrojecida
     de su cándida faz;

echad un velo, transparente y blanco
     por su sien virginal,
mientras me acerco y de su mano arranco
     el cirio funeral.

¿Por qué sollozos exhaláis del pecho,
     si en cruel ingratitud
la pasáis de su dulce y blando lecho
     a ese duro ataúd?

A qué abrir la ventana, ¿no es locura
     exponerla al terral
que barre el suelo de la calle obscura
     y traspasa el umbral?

Mas, perdonad mi delirante empeño,
     haced lo que queráis;
yo velaré su misterioso sueño
     que vosotros lloráis.

Ninguna nube, el azulado cielo
     se mira obscurecer,
las blandas auras con su raudo vuelo
     susurran como ayer.

Nada ha variado; con igual verdura
     los árboles se ven;
y esa niebla que flota en la llanura,
     flotó anoche también.

Mas suena una campana, da las once
     con fatídico son;
¡ay! el agudo resonar del bronce
     me rompe el corazón.

Pronto las cinco sonarán, la hora
     que la hace despertar,
encendiendo la luz arrobadora
     de su dulce mirar.

¡Oh!, yo la espero con los ojos fijos
     casi fuera de mí,
como esperaban a Moisés sus hijos
     al pie del Sinaí.

¿No es verdad que a las cinco, vida mía,
     te vas a despertar,
como despiertan a la luz del día
     las aves del pinar?

Yo no puedo partir si no te llevo;
     por eso estoy aquí:
¿cómo el trabajo emprenderé de nuevo
     si no estás junto a mí?

Cuando las gotas de sudor helado
     resbalen por mi sien,
en tu rostro, risueño y sosegado,
     resbalarán también.

Torna a mis ojos la perdida lumbre,
     disipa mi ansiedad;
tu mirar de infinita mansedumbre,
     de inefable piedad.

Mas, ya me canso de esperar: despierta
     ¡oh!, despierta, mi bien,
que ya del sol en la región desierta
     los albores se ven.

Todo mi cuerpo desfallece y muere,
     se hiela mi canción;
¡ay!, no sé lo que siento que me hiere
     y arranca el corazón.

Ya es hora de partir: mi bien, despierta:
     sólo espero por ti;
pero, ya lo recuerdo: estaba muerta
     y yo no lo creí.

¡Muerta! Mentira... perderé la vida
     si lo llego a pensar...
¡No hagáis ruido... callad... está dormida
     como un ángel de paz!

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