Autora: Mercedes Matamoros, Cienfuegos, 1858
LA MUERTE DEL ESCLAVO
Por hambre y sed y hondo pavor rendido,
del monte enmarañado en la espesura,
cayó por fin entre la sombra oscura
el miserable siervo perseguido.
Aún escucha a lo lejos el ladrido
del mastín, olfateando en la llanura,
y hasta en los brazos de la muerte dura
del estallante látigo el chasquido.
Mas de su cuerpo ante la masa yerta
no se alzará mi voz conmovedora
para decirle: -¡Lázaro, despierta!-
¡Atleta del dolor, descansa al cabo!
que el que vive en la muerte nunca llora,
y más vale morir que ser esclavo.
LA MUERTE DEL ESCLAVO
Por hambre y sed y hondo pavor rendido,
del monte enmarañado en la espesura,
cayó por fin entre la sombra oscura
el miserable siervo perseguido.
Aún escucha a lo lejos el ladrido
del mastín, olfateando en la llanura,
y hasta en los brazos de la muerte dura
del estallante látigo el chasquido.
Mas de su cuerpo ante la masa yerta
no se alzará mi voz conmovedora
para decirle: -¡Lázaro, despierta!-
¡Atleta del dolor, descansa al cabo!
que el que vive en la muerte nunca llora,
y más vale morir que ser esclavo.
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