Autor: Manuel Serafín Pichardo
TOLEDO
¡Qué evocación tu vista nos despierta
en muros, tallas, mármoles y herrajes!
Ciudad, no es necesario que trabajes:
tu gloria es perdurar viviendo muerta.
Una épica jornada en cada puerta,
por donde entraron pueblos y linajes:
cien leyendas en templos y almenajes,
y hasta en el polvo una lección abierta.
El alma busca el gótico postigo
por el que se asomara Don Rodrigo
tras la Cava, incitadora y linda,
y el baño de ladrillos encarnados
que aun parecen estar empurpurados
con las vírgenes rosas de Florinda.
TOLEDO
¡Qué evocación tu vista nos despierta
en muros, tallas, mármoles y herrajes!
Ciudad, no es necesario que trabajes:
tu gloria es perdurar viviendo muerta.
Una épica jornada en cada puerta,
por donde entraron pueblos y linajes:
cien leyendas en templos y almenajes,
y hasta en el polvo una lección abierta.
El alma busca el gótico postigo
por el que se asomara Don Rodrigo
tras la Cava, incitadora y linda,
y el baño de ladrillos encarnados
que aun parecen estar empurpurados
con las vírgenes rosas de Florinda.
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