donde suelo conciliarme con la aurora.
Sucede que mis aristas con letra se
pintaron
en la eterna danza de las horas.
Ocurre que edifico un poema en tu nombre
y su arquitectura frágil se deshoja.
Sucede que los horizontes del delirio
enmudecen nuestras bocas.
Ocurre que en ocasiones detengo el reloj
y entre versos reblandece mi roca.
Todo acontece infinito en el instante
donde tan mal van las cosas.
Oh, niña
errante, en mi párpado dormido
hoy sólo tengo silencios
silencios
y mis zapatos no alcanzan tu ronda
ni los trigos
ni las olas.
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