Autor: José Zacarías Tallet, Matanzas, 1893
UN HADA
Yo vi un hada de luz.
Atardecía.
Seria y risueña y honda la mirada
que iluminaba el rostro de aquel hada,
bello como el albor de un nuevo día.
Su cuero grácil -¡plenitud!- tenía
un dulce encanto juvenil, y en cada
acento o gesto en su sonrisa alada
o en su sonrisa de plata, se advertía
de una mujer cabal -perturbadora
aparición mirífica- el portento.
¡Grata visión que se mostró a deshora!
Hoy desventura, ayer ventura acaso,
pues la vi cuando ya en el firmamento
asoman los celajes del ocaso.
UN HADA
Yo vi un hada de luz.
Atardecía.
Seria y risueña y honda la mirada
que iluminaba el rostro de aquel hada,
bello como el albor de un nuevo día.
Su cuero grácil -¡plenitud!- tenía
un dulce encanto juvenil, y en cada
acento o gesto en su sonrisa alada
o en su sonrisa de plata, se advertía
de una mujer cabal -perturbadora
aparición mirífica- el portento.
¡Grata visión que se mostró a deshora!
Hoy desventura, ayer ventura acaso,
pues la vi cuando ya en el firmamento
asoman los celajes del ocaso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario