Georg Kaiser
(Magdeburgo, 1878 - Ascona, 1945) Dramaturgo alemán.
Hijo de un comerciante, vivió tres años en la Argentina, empleado en una
empresa de aparatos eléctricos. La vida en la capital sudamericana apareció
rica en contrastes a los ojos del joven, que había estudiado en un colegio de
su ciudad natal. De la Argentina pasó luego al Brasil. La actividad comercial
no le impidió leer mucho, singularmente las obras de Schopenhauer, Dostoievski y Nietzsche.
Una enfermedad tropical contraída en el
curso de un viaje a caballo le obligó a pensar en un retorno a Europa; y así,
abandonó Sudamérica y, por España e Italia, volvió a la patria, donde residió
ordinariamente en Magdeburgo. En adelante prevalecieron en él la literatura y
la profesión de escritor; tal actividad le pareció la única susceptible de
ayudarle a vencer el estado de ánimo provocado por la dolencia, que persistió
durante años enteros.
Orientado hacia el teatro, publicó en 1911 su primer
drama, La viuda judía, obra a la cual siguieron rápidamente otras que le
llevaron al éxito de Los burgueses de
Calais (1917) en Francfort, triunfo que
le dio gran actualidad y reveló en su producción motivos, aspectos, estados de
ánimo y vibraciones sentimentales que luego pasaron a ser hasta cierto punto el
hilo conductor del teatro expresionista.
Durante los dos años que siguieron a tal éxito llevó a
la escena otras trece obras, entre ellas De la
mañana a la medianoche, El párroco Kleist,
que provocó las iras de la censura, y Gas, en la que aparece singularmente destacada la
oposición entre la moderna civilización mecánica surgida de la revolución industrial y la vida del espíritu, que se siente como
ahogada por aquélla.
Pensó repetidamente en el suicidio; pero le faltó la
decisión suficiente. En 1921 se había trasladado a Gründheide, cerca de Berlín,
y allí le sorprendió el triunfo del nazismo. Durante algún tiempo vivió más o menos olvidado, aun
cuando siguiera escribiendo: luego le fue impuesto el silencio. Abandonada la
familia, se refugió en Suiza, donde permaneció hasta su fallecimiento.
Su teatro, como el del expresionismo, lo es de tesis,
y ello tanto si interpreta problemas universales que el autor sitúa en la base
de la vida humana (por ejemplo, en Gas, donde se plantea la relación entre el hombre y la
civilización mecánica) como si llega hasta la polémica explícita, cual ocurre
en El soldado Tanaka, obra llena de espíritu antimilitarista. Junto a los
defectos que impidieron su reaparición y reanudación después de 1945 (el
carácter de los personajes, no vivos sino simbólicos, y de la acción, más bien
que expuesta en su conjunto pensada hasta el fondo), el teatro de Georg Kaiser
revela en el autor a un hábil dominador de la palabra y a un artista con una
acusada conciencia de los valores escénicos.
Escribió asimismo novelas, más bien
monólogos que narraciones. Durante el destierro se acentuaron los matices polémicos
de su producción; de ello cabe exceptuar unas cien poesías de carácter
autobiográfico, lamentos sobre su propio destino de hombre fuera de su mundo y
entregado a una vana búsqueda de Dios.
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