lunes, 22 de julio de 2019

CICLO DE POESÍA CUBANA

Autor: José A. Baragaño, Pinar del Río, 1932

LA HERMANA AGUA

El agua se desliza por la pluma
con un olor de besos infinitos,
de jazminadas ciudades de la carne;
el agua sucia de fibras inmortales
que dejan correr sus caricias al punto de tus manos;
el agua que se tiene, el agua al agua invade
llevando los recuerdos de mis noches pasadas,
las primaveras de un cuerpo tan sediento
que ni tan sólo su profunda invasión
le da plenitud de lo que sueña.

El agua que se lleva cada día un recuerdo
de las batallas de nuestro cuerpo agrio,
por soltar a las inmensas cadenas de la angustia
cuando limpia sus sedas de las evocaciones.

El agua que se llevará el cáliz del placer
y de amargas ausencias y de besos furtivos
que bajo nuestras sábanas se ocultan,
de nuestras nocturnas luchas,
de nuestros nocturnos goces,
esa agua la odio, quisiera vivir por siempre
en la suciedad de tus besos, de tus caricias
para que así las cosas se vuelvan imborrables,
porque un vestido viejo guarda más vida
que la más profunda de las memorias.
Odio esa agua, con profundidad la odio,
porque sale de nuestra alcoba y se tiende en la calle
para gritar el alma más secreta, la que no es de nadie,
sino de unas sábanas, de un lavabo y un alma
ebria de incertidumbre;
el agua y el jabón que se llevan tu recuerdo,
que lo muestran al vendedor azul de los periódicos,
al bohemio con errabunda pesantez en las piernas,
a todos los que se mojan los pies y los zapatos
con esa agua sucia de una suciedad tan noble,
esa agua que no refrescará sino una memoria,
y que borra los gritos de gozo de las sábanas,
y se lleva el alma de lo acontecido:
La noche que leí un libro y te esperaba,
el día que rompí un frasco de perfume sin quererlo,
o el amanecer en que fue de nuevo campo de batalla el lecho.

Esa agua que dará vida a los jazmines
que brotan en la acera,
que alimentará una humedad que surge en las ciudades,
casi que es el único testigo de nuestro amor,
y casi que es la necesidad de dotar nuestro secreto
de nuevos confidentes, el césped, el aire, el llanto
y los pies de las niñas y los niños que no saben de amor
y los altos álamos solos que beben nuestra compañía,
nuestra conjunción de cuerpos
en la presión emocional de sus raíces.

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