jueves, 1 de agosto de 2019

CICLO DE POESÍA CUBANA (GENERACIÓN DEL 65)

Autora: Tania Díaz Castro, Las Villas, 1939

EL VIAJE

Hacemos el amor. Ya no estás vestido.
Escribo nuestra historia junto a tu cuerpo.
Me pregunto qué hacía sin él,
entre los negros pájaros de tu memoria y la mía,
sobre los árboles grises por donde anduve perdida siempre.
Hacemos el amor. Te asombras ante las brasas
de mi fragua diabólica.
Recuperas el olor olvidado de la mujer.
Decides volverte loco entre mis brazos,
dulcemente loco...
Yo me siento virgen en este momento,
inexperta... Confundo al cielo
                                        con tu frente de pez,
el aire con que tu voz ineluctable
                                                  de viejo lobo de mar.
Ignoro si viajo al pasado o al futuro.
No sé cómo saldarnos, tocar tus muslos, tus caderas,
cómo lograr equilibrio por los bordes
                                                 de tu corazón marino,
                                                 de tu sexo,
                                                                    saludable como un niño,
mientras el amor nos vuelve menos animal de monte.
Pero recobro mi vieja memoria de salitre
y preparo mi viaje, el más importante:
de un salto llego hasta tu cuerpo
sobre el lomo de un maravilloso hipocampo.
¡Salto de mi cuerpo al tuyo!
Me hundo hasta los hombros en tu boca.
Sientes el rugido de nuestros cuerpos
cuando chocan hasta pedir auxilio.
¡Al fin! Me desplazo dentro de ti
durante dos, cuatro, cinco siglos.
Te convierto en la parte más heroica de mi cuerpo,
me aprendo de memoria todas tus distancias:
del corazón al labio, del fémur al pubis,
de la pelvis a tu raíz,
de tu raíz al corazón de nuevo.
Recorro leguas sobre las aguas de tu piel.
Llego a su mismo centro
                                   dueña y esposa de tu alma.
Beso tu raíz, tu raíz, amor...
Tu dulce raíz que mira al cielo,
me enseña el nombre de cada sonido
oculto de la tierra,
el acto más serio de la vida
con el chapoteo de tu corazón.
¡Qué bello paisaje el de tu cuerpo
                                             al mismo nivel que el mío!
En verdad que eres un hombre de costa a costa,
al que buscaba con una lámpara a cuesta en plena noche.
¿Cómo te sientes, amor, después de tan largo viaje?
Al menos yo, soy un animal doméstico satisfecho.
No sé si reposo o estoy muerta,
si me sobra el cuerpo;
pero puedo gritar a toda voz que hago el amor
entre guijarros dorados y algas mágicas
con un hombre que jamás fue siervo.
¿Recuerdas cuando pulsabas mis senos
con la ayuda de tus cartas
y con ellas dabas tus primeros pasos a toda raíz,
enfermo de insomnio, sonámbulo casi,
alejado del mundo, trasnochando a ciegas?
¡Cuando eras más soledad que mar!
No vuelvas a esconderte de mí
y mucho menos durante veinte años.
Así todos los días...
Que el viaje empiece en tus manos, a la medianoche
y termine en mi boca, al clarear el alba;
que la vida brote a chorros de tu cuerpo
para que millones de mujeres griten de parto
y cada niño que nazca sea tu hijo.
Que seas el único hombre capaz de encontrar
esa fracción misteriosa o cósmica de mi cuerpo
que no logra tocar la noche antes.
Pon tu corazón en mis labios
                              y da manotazos a tu soledad,
pon tu corazón en mi oído
y dime si lo que escuchas y ves dentro de mí
es el pan caliente de tu desayuno,
esa pared de campanas que tañen por la libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario