Autor: Waldo Leyva, Villa Clara, 1943
CON LOS OJOS CERRADOS, NO DORMIDA
Con los ojos cerrados, no dormida,
como soñando estaba sobre el lecho
y había un chorro de luz, como una herida,
entrándole o saliéndole del pecho.
Yo me fui hasta su piel, con encendida
intención de besarla, trecho a trecho,
y se me fue la sangre por la herida
que formaba la luz sobre su pecho.
Entonces llegó el mar a la ventana,
vino en el viento el mar, hasta su pelo
y se le abrió en los ojos la mañana.
Nunca fue más azul la luz del cielo,
nunca nació tan hondo la mañana,
nunca tuvo la luz tan alto vuelo.
CON LOS OJOS CERRADOS, NO DORMIDA
Con los ojos cerrados, no dormida,
como soñando estaba sobre el lecho
y había un chorro de luz, como una herida,
entrándole o saliéndole del pecho.
Yo me fui hasta su piel, con encendida
intención de besarla, trecho a trecho,
y se me fue la sangre por la herida
que formaba la luz sobre su pecho.
Entonces llegó el mar a la ventana,
vino en el viento el mar, hasta su pelo
y se le abrió en los ojos la mañana.
Nunca fue más azul la luz del cielo,
nunca nació tan hondo la mañana,
nunca tuvo la luz tan alto vuelo.
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