Autora: Cira Andrés Esquivel, Camagüey, 1954
SON LAS DIEZ Y CUARTO DE UNA NOCHE DE VERANO
Acaban de apagarse las estrellas,
él y yo nos cruzamos como dos extraños y mi cuerpo tiembla.
No se busca a ningún asesino en la ciudad,
no hay muertos por amor.
Esta noche no se perseguirá a ningún suicida
y me quedaré; Margaritte, asomada al balcón
pensando que no habrá una última vez
donde él y yo podamos encontrarnos.
(Me falta el asesino sobre el tejado
para cantarle esa canción trágica y dulzona
que nos haga cómplices y menos solos.)
Ella no se llama Claire
pero él pronunciará su nombre
con la transparencia de las uvas
y no habrá relámpagos ajenos a sus ojos.
Son las diez y cuarto de esta noche de verano,
tiemblo helada.
Ellos se aman sin ninguna culpa.
SON LAS DIEZ Y CUARTO DE UNA NOCHE DE VERANO
Acaban de apagarse las estrellas,
él y yo nos cruzamos como dos extraños y mi cuerpo tiembla.
No se busca a ningún asesino en la ciudad,
no hay muertos por amor.
Esta noche no se perseguirá a ningún suicida
y me quedaré; Margaritte, asomada al balcón
pensando que no habrá una última vez
donde él y yo podamos encontrarnos.
(Me falta el asesino sobre el tejado
para cantarle esa canción trágica y dulzona
que nos haga cómplices y menos solos.)
Ella no se llama Claire
pero él pronunciará su nombre
con la transparencia de las uvas
y no habrá relámpagos ajenos a sus ojos.
Son las diez y cuarto de esta noche de verano,
tiemblo helada.
Ellos se aman sin ninguna culpa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario