Y AQUEL MIRAR DE NUESTRO AMOR
AL FUEGO
Guarda la almendra amarga y la
fruta de la mora
que nadie picotea por su
agriura.
Ten en la boca la semilla
seca, cuida
la hojalata que nunca vio la
luz
y espera también en Asmodeo,
el demonio cauteloso
que sobre ti se adormece con
sus pies de plata.
Espera en la línea de la mano
y en las ciudades que no viste
nunca.
Verás Atenas y Estambul
y San Esteban de los abisinios
allí va a rozarte la boca como
hace tanto tiempo.
Cruzarás entre violines
raspados en Hungría
verás su marca en las balsas
de corcho que bajan el Yang
Tsé
en el ojo del tifón verás su
mano en tu frente
y sentirás miedo, como si
fueras tan joven.
Traba la yema que no da
simiente en la vena del árbol
dale de comer a los
abandonados
y espera su regreso en la casa
de trenes y en la música.
Espera en ti, oirás su voz de
nuevo
en la noche portuguesa, en el
día de Malasia
bajo el sueño del tigre
en los muelles de La Habana,
en los viajes sin término
su voz que entonces parecía la
esperanza vana.
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