miércoles, 1 de abril de 2020

POESÍA CUBANA (MAGALI ALABAU)



Once horas

un dólar por hora,

día y noche.
Hay que limpiar,
fregar,
preparar el desayuno, el almuerzo,
la comida, llevarlos al médico.
La niña se esconde debajo de la cama,
el varón se pasa el día llorando.
¿Quién me trajo
a la cueva
de este ciego?
Yo que necesitaba curarme las heridas
porque los viajes son como las guerras,
uno llega al otro lado con roturas
y remiendos,
tengo que ser testigo
y limpiar
hemorragias ajenas.
Ver de lejos, ver de cerca.
El ciego huele todo.
La mano delicada
busca apoyo.
Nula su mirada,
escucha.
Voz lastimera
que ha perdido
el poder
de las palabras.
Jugamos en la arena
a construir pirámides.
El niño rubio y flaco,
tan endeble,
con pantalones cortos,
su padre ya le grita,
compórtate como un hombre.
Un día en la playa
con nuestros desajustes,
aleteamos el mar
lastimando las olas.
¿Quién los llevará mañana
hacia la densidad del bosque?
¿Cuál era el nombre de la niña?
¿En qué esquina el niño pálido y rubio,
está llorando?
Era fácil servir el desayuno,
tan difícil oír los monólogos agrios.
Siempre hay alguien que se va y nunca vuelve.
El miedo a que nos perdamos
en el mar o en la lluvia,
en el rencor o el camino.
¿Quién dictamina cuándo uno respira?
¿Cuántas camisas de fuerza se necesitan
para explicar lo que es beneficioso,
lo mejor para todos?
Otra vez ordeno la maleta.
No quiero ver el ómnibus que ha de trasladarlos.
No quiero presenciar las filas
donde unos van a la derecha
y otros, sin remedio,
hacia la izquierda.
Ojos de zozobra, encharcados
fragmentos de una risa nerviosa
que se desintegra.
¿Qué pasos siguen los perdidos?
¿El de ese animal que separan de la madre,
que lo funden en un experimento,
que resguardan en la esquina
de un laboratorio, en una jaula,
para obtener esa sabiduría
de papel y olvido?
Serios escrudiñan
el sabor de la pena.
Me voy.
Mi role ha terminado.
Una interpretación más
en la nave teatral
de solitarios remos.
Rompecabezas y calcomanía.
Es cierto que también terminaré en una casa
de alguna ciudad extraña
donde me pondrán pañales y me darán compotas
y se reirán
porque pareceré un niño con la cara estrujada.
Claro que vendré a visitarlos.
Claro que los invitaré a mi casa
y que patinaremos en el hielo.
Nos escribiremos.
Pero no es así.
No guardaré postales
ni cartas ni direcciones
ni teléfonos.
Los romperé en el aeropuerto.
Es demasiado peso
para mi maleta.
Usaré las frases convenidas.
Parientes míos no eran,
él era un majadero.
Llega el día.
Trunca garganta.
Confundo la emoción con
distraimiento.
Tartamudeo,
trago en seco.
Me voy al Norte.
La nieve
y el frío
algún día
nos volverán
extraños.

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