miércoles, 5 de agosto de 2020

De: CASTROFOBIA

Me disponía a visitar el recién inaugurado Museo “José Lezama Lima” en el barrio de Colón. Una vecina del lugar, conocedora de mi pasión hacia el progenitor de Paradiso, tantas veces censurado en nuestro país, insistió en hacerme ver de cerca cómo las paredes de lo que fue su hogar, desprendían toda la cultura y hasta el morbo plasmados en la obra del maestro.
Iba, además, a reunirme con unos amigos. ¡No ocurrió! No fui de las miles de personas que salieron a tomar las calles en aquel suceso conocido como “El Maleconazo”. Sencillamente, estaba en el lugar y momento precisos para acabar de despertar del sopor que inocula cualquier régimen dictatorial.
Desde el día antes se rumoreaba sobre el buque griego en la bahía dispuesto a acoger a quienes desearan huir de la jungla dantesca. La movida había empezado en La Punta y logró extenderse por el Malecón. Este hecho no pudo ocultarse pues, como zona turística, los extranjeros filmaban las escenas. La fuerza policial trató de dispersar la muchedumbre y, cuanto más hostilidad recibían los protestantes, más gente se sumaba al desenfreno.
El Máximo Líder apareció rodeado de su camarilla, compuesta por seguratas, esbirros de los CDR y brigadas de acción rápida. Contemporáneamente, llegaron camiones repletos de supuestos civiles quienes, de forma violenta, enfrentaron la protesta. Los antimotines ocuparon las zonas de Centro Habana... 

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