XIV
¡Bendito el que vendrá! Yo acepto en tu nombre la bala en mi lado izquierdo. Alguien dará su amor por mí. ¿Qué dejarás para estas manos in memoriam? ¿Cómo escribir mi alma, sus enigmas? No puedo lucrar con breves gotas de fe en cada corazón. Tal vez un asteroide caerá en el centro de mi cama para fundirme al fuego. Soy como todo pecador: náufrago en la locura. ¿Hacia dónde volarán tus palomas? La mitad de mi delito es este cuerpo trasnochado ante la pantalla, que es el límite de nuestro cadalso con su patrón de pruebas. El culto a la personalidad. La vida pasa, pero nadie me cuelga micrófonos del pecho. Alguno podrá oírme y cruzará los brazos. Tú también, Padre, también tú…
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