Todos quedamos fuera del juego.
Todos fuimos despedidos
al tren de las desmemorias
o a los calabozos de vinagre
diseñados para el poeta.
Nada teníamos que hacer:
sólo atarnos las manos a la desidia
y dar hachazos a nuestra lengua.
¡No lo hicimos!
Por eso fuimos despedidos
al claustro de los inexistentes
con nuestros baúles de soledad
y los bolsillos
hambrientos.
MDenis©En otra piel
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