XXIII
Qué bien vivir sin leyes
que se nos metan en la sangre
como alimañas
y nos aborden
con sus decretos decrépitos
en cada esquina.
Qué bien vivir sin leyes
que nos conduzcan a patadas
hacia callejones sin luz.
Qué bien excomulgarme
y romper las normas.
© Marlene Denis
No hay comentarios:
Publicar un comentario