No hay testigo ocular para mi sombra que cuelga de la pared sin pedir cuentas al tiempo: asesino eterno de la memoria... Rompe mis cadenas. Soy el Hijo pródigo y no quiero otro homenaje que la libertad. Mi mano sostiene los mástiles de tu gran barco que se hunde junto al sueño. Así es la ley: ojo por ojo… y caigo. También tuviste tu día y a quién le importa. Mi cabeza es fecundada por pájaros divinos, se deja tentar por los naranjos exportables. Me crecen alas. Hay un puente levadizo entre tu amor y mi odio. De ese modo poblaremos el mundo, levantaremos la última piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario