Tu cólera cae sobre estas manos y entierra mi lengua en la bahía. ¿Dónde está el puente? No puede hincar la rodilla. Se me ocurre ladrar -perro al fin: agradecido- y voy lejos en mi círculo vicioso para desteñir el coraje. Estoy matando el tiempo en espera de tu voz, de un jeroglífico o la señal de humo. Mis cartas se queman de soledad. Hacen falta un poco de paciencia y una cuerda para apretar el cuello de los ángeles. Aquí cualquiera es ángel. Todos rezamos un mundo a puerta cerrada. Ten piedad de nosotros si nos escupes las entrañas. Tensa la brújula con la que ahorcamos al sueño.
Una voz desesperada y apasionada al mismo tiempo
ResponderEliminarEnhorabuena!
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