Sin quererlo he sido la beata.
¿Cómo remendar la historia o
remontar el vuelo?
Nunca sabré si los hombres me han
perdonado.
Sólo sé que Dios termina en el
silencio.
Recuerdo tus manos
llenas de cortes celestiales y
laureles
tus ojos
-como el fuego-
endemoniadamente hermosos.
Un cometa rasura los olvidos
te abandona en la piel de mi
renuncia.
Es el olor de la lluvia
diluvio universal
que sorprende a mi vientre.
Alguna vez creí en la fertilidad
y fue quimera.
Alguien dibuja girasoles en el
espejo.
Es tu ausencia.
No importa si el inquisidor
me clava buitres en el pecho:
también el verdugo es obra de Dios.
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