Waldo González
López: la cubanidad, lo cubano…¿o el cubaneo?
Waldo González López
Ante todo, te diré, colegamigo Ángel,
que llegué con mi esposa Mayra a Miami, tierra de libertad, el primero de Julio
de 2011 y, apenas descendimos del avión —tras la emoción del reencuentro, los
abrazos y besos, le aseguré a mi hijo Darío Damián, mi nuera Raysa, mi cuñado
Osvaldo y su esposa, Daisy, quienes nos esperaban en el aeropuerto— que nunca
iría ni de visita mientras el castrismo esté en el poder. Y tal decisión fue
confirmada al dejar vencer nuestros pasaportes, que no pienso renovarlos. Con
este dato de la fecha de nuestra llegada, recalco asimismo que conocí y
padecí in situcarencias de todo tipo, sobre todo, falta de
libertad, como muchos de mis coterráneos, aunque mi cuñado primero y luego mi
hijo nos ayudaran mensualmente durante varios años con el envío de dólares que
cambiábamos por ese infame invento del castrismo: los «cuc» o «chavitos», como
se les conoce vox populi.
Pienso que la cubanidad y lo cubano, fueron y son
todavía vocablos-conceptos empleados en los estudios culturales de la Isla para
definir la esencia de nuestra nacionalidad. Mas, asimismo, incluyo en el título
de mi respuesta una tercera locución: «el cubaneo», porque reúne tres aspectos
definitorios que afectan dicha decisiva esencia: la vulgaridad, la
irrespetuosidad y la pérdida de valores, tan presentes en la sociedad cubana de
hoy, tal se constata en no pocas personas y, sobre todo, «artistas» visitantes
durante los últimos tiempos, invitados a clubes miamenses de poca monta, si
bien la administración trumpista está implementando acciones para controlar el
hasta muy poco tiempo atrás —obamato mediante— persistente arribo de
representantes de esa producción ¿cultural? llegado desde nuestra paupérrima
Isla (me resisto a emplear la más apropiada voz «archipiélago» por ser un
término geográfico y nada poético).
Muchos colegas han respondido a tu pregunta con
visiones idílicas que muy poco coinciden con la realidad actual de nuestra
querida Cuba, pues sus argumentos se remiten a sus ya lejanas vivencias en la
Patria, porque no la han visitado durante mucho tiempo, plausible actitud
porque de tal suerte no apoyan el sexagenario castrante-castrismo-castrador de
nuestro país, como de los términos que encabezan mi respuesta. En consecuencia,
las respuestas de estos colegamigos en la mayoría de los casos
están teñidas con una hermosa palabra: «nostalgia», empleada por quien escribe
en su poesía desde los propios títulos —como se constata en últimos poemarios
editados en Cuba, así como en el único publicado en Miami por Ediciones
Baquiana. Y es que, con ella, como con otra portuguesa muy afín:
«saudade», he evocado inolvidables instantes de la adolescencia y la juventud
tan distintas a las experimentadas por los jóvenes de hoy que lógicamente
ignoran absolutamente nuestras praxis por no haberlas vivido,
en tanto solo conocen la indigencia actual de nuestro país. Y es que Cuba ya no
es aquella que vivimos quienes hoy tenemos, como quien escribe, ya más de siete
décadas e incluso, menos, pues aquella, brutalmente transformada por el
castrismo desde 1959, no es la que disfrutamos quienes hoy residimos en el
exilio ni tampoco nuestros contemporáneos que aun padecen el lamentable insilio
de vivir una atroz dictadura de casi seis décadas.
Cuba, el país, es, claro, un amoroso recuerdo que
nunca olvidaré, solo eso, pues mantengo mi negativa de regreso, si bien no
critico a quien lo haga. Y es que, durante mis últimos meses en la Isla, casi
caigo en prisión (como saben no pocos amigos de aquí), debido a un serio
problema que tuve con un viejo chivato del barrio en una parada de ómnibus a
solo dos cuadras de las calles Infanta y Manglar, donde vivíamos. Entonces,
¿cómo voy a regresar a mi país, si mis recuerdos de nuestros últimos tiempos
allí fueron terribles?
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