Autor: Guillermo Rodríguez Rivera, Santiago de Cuba, 1943
PEQUEÑO MADRIGAL PARA UN ENCUENTRO
Uno encuentra, primero,
una mirada en la que vive
todo el desamparo de un niño;
después, uno descubre
una quieta sonrisa que, de pronto,
se vuelve más que un estallido;
y más allá, bastante más allá, bien lejos,
detrás de un muro adusto, enorme,
que hay que sobrepasar sin miedo, con amor,
uno por fin te encuentra a ti,
hecha de un sueño lúcido
(sueño de ojos abiertos)
y de un anhelo indefinible
que es necesario
descifrar, si se desea de una vez
traerte al mundo.
Digo: si es que uno puede;
si es que se atreve uno;
si, finalmente, quiere;
si no prefiere uno quedarse para siempre allá,
bien lejos,
en tu sueño y tus ojos.
PEQUEÑO MADRIGAL PARA UN ENCUENTRO
Uno encuentra, primero,
una mirada en la que vive
todo el desamparo de un niño;
después, uno descubre
una quieta sonrisa que, de pronto,
se vuelve más que un estallido;
y más allá, bastante más allá, bien lejos,
detrás de un muro adusto, enorme,
que hay que sobrepasar sin miedo, con amor,
uno por fin te encuentra a ti,
hecha de un sueño lúcido
(sueño de ojos abiertos)
y de un anhelo indefinible
que es necesario
descifrar, si se desea de una vez
traerte al mundo.
Digo: si es que uno puede;
si es que se atreve uno;
si, finalmente, quiere;
si no prefiere uno quedarse para siempre allá,
bien lejos,
en tu sueño y tus ojos.
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