quemé la corteza de mi sombra.
en la punta de la ballesta
colgué el seudónimo
y me disparé a mí misma.
recogí la maleta de palabras
para suplir los últimos sucesos
que urgían de alguna tempestad.
detrás del horizonte hay una máscara
que envenena a las gaviotas
y no hay más que este perderme
en arrebatos clandestinos
no hay más
que unos versos jamás escuchados…
qué más da:
soy la tinta de mi sangre
ensangrentada.
me alienta el aire que roza la pupila
y engrandece el camino a borbotones.
me alimenta la poesía sin fronteras
el escarabajo
que recorre los matices de mi pueblo
el cielo que fecunda una promesa.
me levanta
el suelo de la patria que me abriga.
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