REFUGIADOS
Panes asesinados a contracorriente
marchan junto a mi corazón en una
lágrima
que no cesa en su latido.
Ya no soporto el vértigo tras la
quimera
que no quiere rendirse ante el
témpano de la memoria.
Vienen esos panes sobre mi piel
desnuda.
Vienen
y caen
como ramos de luz en el sepulcro de
la pena.
¿Qué es la vida con tanta atracción
por la meta
inalcanzable,
con tanto anhelo
a la grupa del incierto
futuro?
¿Qué es la vida con tanta muerte en
los labios,
con tanto
salitre en la muerte?
Vienen los panes y mi corazón
sobre barcos de fuego y estrellitas
de mar
mientras no puedo dormirme
en una pincelada de
esperanza.
En mi oreja pululan las promesas de
algún dios de barro
y entre mis dientes,
la mascada del
hambre.
¡Ah, esos panes asustados de Leviatán
que nunca pudimos cobijar en nuestra
sombra!
¡Esos panes prohibidos en los
manteles!
¡Panes oscuros que semejan nuestro
coágulo!
Viene la cabalgata
de angelitos que
arañan el cielo
con nuestro épico silencio en el
grosor del aullido.
La cabalgata
acude espantada a mi párpado
insomne.
Llega y se dispone a penetrar este
mal poema
que hornea el cadáver de los sueños.