Ya no tengo una calle
por donde pasear mis lutos.
No tengo una plaza pública
donde colgar la humildad
ni siquiera una guarida
o una estatua de polvo
que recicle la historia
con falsas ofrendas.
Ya no tengo la confianza
que me mire a los ojos
y diga que me equivoqué
o manche las insignias
en las que un día quise creer.
No tengo alma de rebaño
ni levanto fosas o arengas
que proliferen en la necedad.
No aplaudo esquemas
que se fomentan sobre el barro
en inútil equilibrio de mentiras.
¡No soy!
No puedo ser la dócil ciudadana
de un rinconcito del mundo.
¡No me conformo!
Me siento rota, desmembrada
como este palmo de tierra
que nos come el corazón.
11 de septiembre, 2013
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