La
cantora mayor, como le ha dado en llamar la crítica, Teresita Fernández García,
nació el 20 de diciembre de 1930 precisamente en la hermosa ciudad de Santa
Clara. Dueña de unos pocos estudios musicales y, sobre todo de formación
autodidacta, inventaba incesantemente sus canciones. Sin ellas no podría haber
existido. Después de improvisar en fiestas familiares y haberse acercado a
algunos cultores de la trova tradicional, Ignacio Villa, nuestro gran Bola de
Nieve, la descubrió y presentó al público del restaurante Monseigneur, en La
Habana. Más tarde, Teresita inició una serie de actuaciones en radio,
televisión y pequeñas salas de teatro habaneras. Vivió tranquila, sencilla,
modesta, junto a la felicidad de los que todo lo tienen sin apenas tener. Mereció,
entre otras, la Distinción por la Cultura Nacional. Pero, por sobre todas, vivió
en la preferencia de unas cuantas generaciones de cubanos. El amor del pueblo
fue su mejor reconocimiento. Se lo llevó a su última morada en la necrópolis de
Colón, a donde le llegarán sus flores y hojas silvestres. Sonia Sánchez
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