miércoles, 25 de diciembre de 2013

¡ALELUYA!




¡ALELUYA!
Carne de Dios amanece en los adoquines
y en los sin techo
que burlan heladas entre cartones
y estrellitas de Belén.
Carne de Dios reposa en mi plato,
se abalanza a mi boca en susurro de viento
para bendecir la libertad
                  que nadie podrá quitarme.
¡Aleluya!
Año Cero en mis uñas raspa la misericordia
que rodea el mástil de los escorpiones
a degüello de ciertos villancicos
en los negros jardines de la ciudad prestada
que me toma como elixir en el agrio suspiro.
¡Aleluya!
Carne de Dios
amanece y sonríe en las paredes de mi soledad
a prueba de las grandes compañías eléctricas
que no podrán apagar mis ojos,
a prueba de toda legislatura
que no conseguirá modular mi vientre
en cada aborto peninsular que me venga en ganas.
¡Aleluya!
Carne de Dios me transforma en pesebre
                                     -meticulosamente anfibio-
bajo la lluvia en ciclogénesis
que roza mis pies desnudos
considerados anárquicos y trotacielos.
¡Aleluya
si celebro con mi cántico el sabor de las uvas
en copa de vino de muertas ilusiones!

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