V
en el corazón quedan los puñales
clavados en
creciente
con todos los
discípulos
y el latir de la
borrasca
que a duras penas
desembocarán en
el anonimato.
ya no puedo
saborear los altibajos de mis huesos
ni la música de
los micrófonos
tras el plasma de
los cuervos.
es calamitoso el
estado de reorganizar la vida
después de la
matanza
atropellada en
los violines.
no sé cómo
arrastrar la pasión
entre cloacas
ni cuál bandera
debe atravesarme el pecho.
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