LÁGRIMAS DE DIOS
Cubierto por el luto del cielo, el sauce irrumpió
a llorar de modo que el trino de las aves se apagó. Tanto fue su dolor que el
río comenzó a crecer mientras arrastraba con él la armonía del paisaje.
Por fin, el
invierno dio paso a la primavera pero el hermoso árbol no dejaba de llorar. Algunos
miembros del género humano regresarían con su presunción de inocencia, como cada año, para descansar al cobijo de la buena sombra y saborear los exquisitos manjares
cocidos a la intemperie. Los más chicos, a la vista indiferente del resto,
dispararían metralla de piedras contra sus ramas con el afán de dar captura a
las ardillas o, simplemente, masacrar la fauna.
-Yo soy el sauce. Ya sé que el implacable fuego
devorará todo y que vosotros, rara especie, sin mí moriréis también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario