EN EL FIN DEL INFINITO
No dejemos de habitar la dulce rosa
que anida en el sendero de los ángeles.
Nadie nos reconoce
porque cantamos todos los días
sobre el mundo breve y marginado.
¡Nadie nos reconoce!
No cabe nuestro amor en La Tierra:
nuestro amor horneado en el vientre de la
luna
en los ríos caudalosos
en el palmo de fe que nos sobrevive.
Marlene Denis©1996
Hermoso. Felicitaciones por tus hermosos escritos.
ResponderEliminarNuchas gracias, Gladys.
ResponderEliminarSaludos!