De
tanto mirar el infinito
tu
rojo párpado claudicó para siempre
y
no halló paz en el amor
donde
fui la amazona favorita
sobre
hombros republicanos.
De
tanto mirar el infinito
conquistaste
la estrella
hacia
donde partiste
con
paso de centauro
y
onomatopeyas del ayer.
Nuestra
ronda
entre
gazapos y silbos
fue
la marea de lo que nunca dijimos
ni
siquiera sobre el barro.
De
tanto mirar el infinito
acudí
al origen
sin
darme cuenta
que
el invierno es más crudo
que
la triste sonrisa exiliada
en
los pétalos de mi niñez.
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