sábado, 28 de enero de 2017

En tu cumpleaños, Apóstol, más que nunca, prohibido olvidar!


¿Qué importa el sol? ¿Qué importa la nieve? ¿Qué importa la vida? Pensar en Cuba nos persigue, sus manos suplican: el dolor de los nuestros nos interrumpe el trabajo, nos enfría la sonrisa, y prohíbe los besos de amor. Muchos sienten que no hay derecho al amor lejos de la patria: una mortal tristeza y un estado de cólera constante turban las mismas sagradas relaciones de las familias partidas: ¡ni los hijos dan todo su aroma!  Aturdidos, confusos, impotentes, los que salieron de Cuba sólo tienen las fuerzas necesarias para ayudarla según como les sea posible. Así vivimos: ¿quién de nosotros no sabe cómo vivimos? ¡Allá no queremos ir! Cruel como es esta vida, aquella es aún más cruel. Nos trajo aquí el conflicto y aún aquí nos mantiene el aborrecimiento a un gobierno que pudiera "cuidarnos" de una manera distinta, pero tan arraigado en nosotros, tan esencial a nuestra naturaleza, que no podríamos arrancárnoslo sino con la carne viva.
¿A qué hemos de ir allá cuando no es posible vivir con decoro, y parecería la hora de volver a morir? ¿A qué iríamos a Cuba? ¿Para ver sudar las espaldas de los hombres, sus espaldas cubanas, y no volar aunque no haya más armas que ramas de árboles, a clavar en un tronco para ejemplo, la mano que los maltrata?
¿Ver el consorcio repugnante de los hijos de los héroes, de los mismos, empequeñecidos en la impureza, y los vicios importados que ostentan, ante los que debieran vivir de espaldas a ellos, su prosperidad inmunda?
¿Saludar, pedir, sonreír, dar nuestra mano, ver a la caterva que florece sobre nuestra angustia, como las mariposas negras y amarillas que nacen del estiércol de los caminos? ¿Ver un burócrata insolente que pasea su lujo, su carruaje, su dama, ante el posible pensador que pasa a pie a su lado, sin tener de seguro donde buscar en su propia tierra cubana el pan para su casa? ¿Ver en el bochorno a los ilustres, en el desamparo a los honrados, en complicidades vergonzosas al talento, en compañía impura a las mujeres, sin los frutos de su suelo al campesino que tiene que ceder al gobierno que lo ha de perseguir, hasta el cultivo de sus propias cañas? ¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo en quien el juicio llega hoy a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. ¡Ir a tanta vergüenza! Otros pueden. ¡Nosotros, los que salimos de Cuba, no podemos!

(Fragmento del discurso pronunciado por El Apóstol el 10 de octubre de 1887 en el Masonic Temple de Nueva York)


2 comentarios:

  1. En Martí lo tenemos todo, y para todos, amiga. Me resulta inabarcable, e inagotable, el pensamiento del Maestro. No olvido que, en un tiempo, nos hicieron mirar más hacia otros lares...y él pasó de Apóstol a Héroe Nacional —que no deja de merecerlo, también—, pero, no fue más que, al menos, una mala política. Recuerdo a un gran "sabihondo" que se congratulaba de sus grandes conocimientos de la "Gran Guerra Patria"; pero, no sabía que el Apóstol murió con los grados de Mayor General —este hecho me viene a la mente cada vez que se me toca el tema—. Siento que Martí es un orgullo con el que debemos vivir todos los cubanos.

    Un fuerte abrazo, martiana.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, Pichy, inabarcable e inagotable! Su pensamiento lo abarca todo y siempre.
    Martiana hasta la médula!!!

    "Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar..."

    Abrazos

    ResponderEliminar