Un banco conserva los
secretos que el tiempo no ha podido sepultar.
Su estatura se
manifiesta de la cabeza hacia arriba
pues la mano que implora al cielo es
aquella que frutos dará.
No importa cómo, lo valioso es lograr
la meta
sin someternos a la crueldad, debemos
implicarnos en la felicidad futura
porque hasta el corazón de la calle
agradece nuestro amor
a pesar de la rueca de necios que nos
quiere aplastar, seguimos
adentrándonos en el mar… ese que
siempre nos devuelve a la costa
y nos enfrenta a nosotros en la ruda
magnificencia de la historia.
Siempre alguna criatura, impasible,
contempla nuestro paso
siempre hay un viajero, aunque sea de
agua, que hace brotar la luz
y siempre nos quedará el país
inventado -como un cielo-
para que nada obstruya nuestro afán.
Entre tú y yo existe un arco que sólo
dispara belleza
aunque el tonto no pueda verlas, la
vida cruza todas las locuras
porque un momento es el tren que
proyecta incógnitas
en las paredes de una flor enamorada.
Ojos que desde arriba observan quieren
robarnos la sonrisa
para que la luna absorba nuestra
arrogancia y brille más
y nos someta al caudal de la falsa
cordura
hasta que seamos un pez acorralado
entre piedras.
El cisne en la alborada abraza los
destellos del futuro.
Allí, nos espera la vida con su caja
de sorpresas
para que un día, en el olvido, seamos
pasado
o yo vuelva a ser caballo, como indica
mi signo
y el sol se funda a la majestuosidad
de la roca.
Subiremos, amor… subiremos a la cumbre
de nosotros mismos
escalando todos los versos de la
memoria
aunque nos lanceen por los cuatro
costados.
Alguien, desde la altura, velará por
nuestra insignificante grandeza.
MDenis®1801315631786
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