sábado, 3 de marzo de 2018

De: EPÍSTOLAS DEL HIJO


VIII

Aquí yace la eternidad. Los ángeles con su sangre estéril también fueron hombres. Este el lugar donde cierta vez aspiré a dejar los huesos y me ocupé en el nuevo conjuro de la inocencia. No se salvó el credo ni la mascada vacía. Aquí es el repicar de las campanas indefensas, casi mudas. Este es el momento más amargo: la separación definitiva y corrupta de la carne y los anhelos. Es el resucitar con nuestras propias manos para precisar las quemaduras del cercano crematorio o del infierno. El hoy siempre es víspera. Es esta la tierra que nos fue dada en compromiso y fue usurpada. En ella extiendo los brazos y recibo tu mirada negrísima, indiferente…

MDenis©Epístolas1993

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