jueves, 1 de marzo de 2018

POESÍA DE LA BITÁCORA II


Dos, somos dos… siempre dos        
aunque la oscuridad sea extrema.
La gran luna pertenece a los que aman.   
La llevo en el bolsillo entre pétalos de lluvia   
porque abajo, la vida es demasiado aburrida   
para someternos al ritual de las multitudes perversas.
Mis mejores versos quedaron incrustados en el asfalto.     
Ellos aspiran a aplacar la cólera del mundo
aunque la deriva no los conduzca al lugar soñado      
para construir luz en los espacios tristes de la sombra.
Donde el oráculo arruina nuestro afán de belleza
dulces brotes desmienten al inquisidor intento.
No es necesario ir adonde el viento quiere 
si otro periplo nos ofrece bondades.
Siempre el amor crece hacia arriba...  
Siempre, siempre fustiga al abandono
rodea las murallas, las derrumba   
porque dentro de él, el corazón global palpita.
Palpita, palpita lleno de gozo encendido    
cual discípulo pródigo de La Creación.
Dos, somos dos… siempre dos 
verdes y lorquianos a pesar del invierno
florecidos, a pesar del cercano sollozo    
y de inútiles maniobras, ajenas a Dios.
Atrás quedan los recuerdos     
como místicos reflejos de la infancia
como un mudo teléfono que se entrega a tu oído de acuarelas                  
y conversa con el amor y el insomnio.
Como árbol roto en la médula de los años  
yacen catapultados en la soledad
en espera del ser alado    
que con un simple beso les convide a vivir
pero se ha helado el beso   
en la trastienda del invierno, que también será pasado…
-¡Y el camino seguirá siendo camino  
en los albores de la esperanza!-
Dos, somos dos brazos de un mismo tronco 
dispuestos a traspasar el cielo.
Somos el cielo
convencido de ser poema.
Somos poema.
Poema somos
y picoteamos en la costumbre de abrazarnos al sol
hasta convertirnos en luz.
¡Ay de quien no crea en los milagros!
Se dispone a desandar las espinas de su infierno.
Dos, somos dos… siempre dos      
porque hasta las piedras a veces se aman.
El hada perdió la varita
y la ciudad enajenada no podrá salvarse
pero el corazón sigue intacto
en su condición cósmica de amarte.
Dos, hasta siempre somos dos:
La Infinita Poesía
                          y yo.

MDenis©febrero2018



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