Tomado de El País, 24, sept. 2012
Sven Hassel, que ha
vendido 50 millones de ejemplares de sus libros, traducidos a una veintena de
idiomas, se lleva las dudas sobre su pasado a la tumba. Sostenía que, nacido en
un pueblecito danés en 1917, había ingresado a los 17 años en un regimiento de
húsares de su país y luego, en 1938, se había apuntado voluntario para a
continuación luchar en el ejército alemán durante la segunda contienda mundial,
sirviendo en prácticamente todos los frentes (escenario de sus historias),
excepto en el norte de África. Sus novelas, entonces, serían un testimonio
personal de la guerra a través de las tremendas vivencias de ese puñado de
personajes, en uno de los cuales —llamado también Sven—, se representa a sí
mismo.
Con los años han surgido voces
que cuestionan esa biografía oficial y que incluso apuntan que Hassel no solo
no vivió las experiencias de sus relatos, que le habrían sido explicadas tras
la guerra por veteranos daneses de las SS, sino que fue en realidad un nazi
danés que permaneció en su país. En todo caso, los especialistas en temas
militares han detectado errores en sus novelas y situaciones del todo
imposibles, como que los alemanes pusieran en manos de soldados de un batallón
disciplinario los punteros carros Tiger y Panther.
Sus partidarios le defienden
recordando que sus novelas —una de las cuales, Los pánzers de la muerte, fue llevada al cine— son
eso, novelas, y que si bien la médula de las historias que narra es bien real,
Hassel las trasladó conscientemente al terreno de la ficción. Sea como sea, lo
innegable es que si bien sus 14 títulos muestran la contienda desde el bando
alemán y llevan a solidarizarse con las penurias de los soldados germanos, el
punto de vista es profundamente anitinazi y lo que se deriva de las novelas,
pese a todas sus aventuras, que son muchas, es un profundo horror, por no decir
asco, por las miserias de la guerra. Mucho antes de la actual moda de contarlo
y mostrarlo todo de manera descarnada, Hassel, y era una sorpresa al leerlo en
los años sesenta y setenta (ahora lo reedita Inédita), no ahorraba ejecuciones
sumarias, torturas, violaciones, muertes horrorosas descritas
pormenorizadamente y cien mil otras barbaridades. Desde luego no es la prosa de
alguien que glorifique la guerra y el espíritu marcial. La mayoría de sus
protagonistas reflejan sentimientos antimilitaristas y antinazis, empezando por
el nihilista Porta, un antihéroe que gusta de cargarse la rígida uniformidad
prusiana luciendo un sombrero de copa amarillo.
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