Autor: Carlos Crespo, La Habana, 1947
CANTO DE AMOR PARA UNA EXTRANJERA
Como frondoso bosque de ébano son los cabellos.
Las manos recogidas huelen a mirra.
De fino, blanquísimo lienzo es la túnica.
Perfumes delicados de Punt conocen la perfección de su cuerpo.
El polvo de los corredores, la luz del pórtico,
el musgo de las losas del patio
adivinan el paso de las sandalias tejidas.
Ninguna mujer de Memfis supera la gracia de sus ademanes,
la sobriedad con que lleva el amuleto sobre el pecho.
No existe bailarina que pueda imitarla.
Por fin, ofrece libaciones a los dioses de la ciudad.
Por mí, se inclina ante Amón.
Por mí, teme a los juicios de Osiris.
Qué importa que sea hebrea y que responda al nombre de María.
CANTO DE AMOR PARA UNA EXTRANJERA
Como frondoso bosque de ébano son los cabellos.
Las manos recogidas huelen a mirra.
De fino, blanquísimo lienzo es la túnica.
Perfumes delicados de Punt conocen la perfección de su cuerpo.
El polvo de los corredores, la luz del pórtico,
el musgo de las losas del patio
adivinan el paso de las sandalias tejidas.
Ninguna mujer de Memfis supera la gracia de sus ademanes,
la sobriedad con que lleva el amuleto sobre el pecho.
No existe bailarina que pueda imitarla.
Por fin, ofrece libaciones a los dioses de la ciudad.
Por mí, se inclina ante Amón.
Por mí, teme a los juicios de Osiris.
Qué importa que sea hebrea y que responda al nombre de María.
(Desde este humilde espacio, si es que puedes leerte, te abrazo)
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