POEMA XXVII
Harta de pensarlo
Todavía el
ánima temblorosa
Ha tomado
la hebra al fin
entre sus
manos.
Con los ojos cerrados la acaricia
Con los ojos cerrados la acaricia
-palpa su
vida ida en cada tramo.
Lentamente,
como un
dolor cansado,
Comienza a
halar con lasitud el hilo,
Punto a
punto el alma desgarrando.
Y en el ritmo fatal que no se embiste
Y en el ritmo fatal que no se embiste
Caen como
música pétalos de espanto.
Lágrimas
que no alcanzan el consuelo
Pero acaso
procuran el descanso.
La madeja
devuelta al infortunio
De nada
ser
pudiendo
sin embargo.
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