miércoles, 30 de junio de 2021

Del libro: A PESAR DE LA SEQUÍA

XVII

El poeta marcha

con su carnada al hombro,

afila los bigotes del verbo

mientras rasura su ápice de certeza

en las esquinas.

Cada instante acicala los tornillos,

ajusta las puertas

para que sus demonios

no escapen de la vigilia

y los beatos

se apresten a escuchar

el jadeo de la guadaña.

Él sabe que del pálpito

nace un sol

y el sol proyecta cada paso

en la humareda del desierto.

Sabe que nunca será elegido:

jamás tocará las estrellas

aunque siempre quede París

bajo la almohada.

El poeta se va,

se funde

al reflejo de su cabeza de árbol

poseído por los ángeles.



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