martes, 25 de octubre de 2022

POEMAS DE ÁNGEL CUADRA




SIN OBJETO


He aquí que el punto donde empieza la sombra
es mi espacio cerrado:
se va viendo a lo lejos cómo asciende el silencio.
Bien podría decir,
mirando los trenes que pasan,
que he perdido otro turno:
parece que mi viaje
se me hace un esqueleto de proyecto que pudo ser,
y se caen pedazos de su historia.
Y si no fuera que la vida no puede repetirse,
y si no fuera que el poema tiene su hora,
y si no fuera que evito la tristeza
para que no moleste a los astros
con mi nombre caído al sur, inútil...
no tendría esta angustia de mensaje
que no llegará nunca.
No es posible esperar
si ya pasó el momento.
Porque, entonces, ¿qué hacer con el encargo?,
¿cómo poder encontrarme sentido
si ya no tengo viaje?

EN ALCALÁ DE HENARES
                      (Después de visitar la casa
                      donde nació Cervantes)

En aquella taberna
había toneles acostados,
la cabeza de un toro en la pared,
viejas sillas en la barra
y mucho tiempo detenido en su vetusto encanto.
Contemplando mi copa de vino,
se me ocurrió de pronto
si en alguna taberna como aquélla
habría estado Cervantes
brindando con Quijotes y con Sanchos.

AUTOANÁLISIS

Al final va llegándome el sosiego
de resignarme a lo que sólo he sido;
aceptar que morí en lo no vivido
y perdí lo dejado para luego.
A la premura de vivir me entrego
y, a veces, por vivir, de mí me olvido;
que a otro doble de mí, que a mí va uncido,
siento que le robé su tiempo, y brego
por no volver el rostro al repetido
llamado de su voz, pues que le niego
su espacio en el espacio en que he existido.
Y así, al final, a definir no llego
si es relegando al otro que he vivido
o es a mí al que he dejado para luego.


ÁRBOL DENTRO DEL ALMA
                          A Eugenio Florit

Abonado de silencio
–copa hacia adentro tendida–,
alto de sombra,
cauteloso mi árbol crece.
Se empina desde un surco casi virtual.
Como a volar sus ramas se despliegan,
y como rosa de los vientos
asume las direcciones todas;
bebe en el horizonte el infinito,
se marchita en algunas horas del tiempo
y renace con el rocío su verdor detenido.
¡Qué tránsito de grises y verdes lo acometen!
También le acuden las tormentas:
lo combaten rachas del mal
como pecado antigua y kármico,
y otoños que le imponen,
como en una sentencia,
vengativos areópagos.
Pero está ahí, en su sitio,
aún fruteciendo,
aún con cantos de flor,
aún persistiendo...
¡Oh!, árbol de mi alma,
a pura tierra, a puro aire,
asumiéndose a sí mismo,
frente a la gran pregunta,
en el silencio.

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