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XXXV
Cuando Virgilio Perera saltó por el balcón
de la Unión Árabe de mi país
su cabeza perdió todas las rosas.
Dijeron que estaba ebrio y deprimido
que era un saco de huesos y nicotina.
Pero yo
que en la retina guardé su cráneo
-hecho añicos-
puedo asegurar que estaba lleno de abriles
y frondas que ninguno quiso ver.
Cuando a Virgilio Perera…
(El caso al que hago referencia es uno de los mayores enigmas que jamás pude descifrar y, en el que de una forma u otra, me vi implicada en los años 90, Aquel aciago día, acabábamos de recibir los premios Abdala de Poesía y Ensayo respectivamente, y él se fue de forma brutal para siempre. Por supuesto, la Seguridad del Estado me retuvo y la prensa enmudeció)
Descansa en Paz, Virgilio!
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