El pasado fin de semana comenzó la venta de gas licuado de petróleo en las provincias del occidente cubano. El caos reinó en la ciudad de La Habana –frente a una calma más disciplinada en Sancti Spíritus–, donde las colas, las discusiones, el calor aplastante y los que intentaban saltarse su turno fueron la tónica general. No era de extrañar: los primeros quince días estaban destinados a vender a personas que llevaban, ni más ni menos, desde diciembre sin siquiera oler el producto. Con solo 199 balitas el primer día, muchos, además, se quedaron como estaban. La Habana está licitando seis ubicaciones donde los privados que lo soliciten –y resulten beneficiarios– podrán instalar sus negocios. Pero los espacios, entre solares en ruinas y edificios en penoso estado, requerirán un enorme esfuerzo financiero antes de ser abiertos al público. De ahí que, según relatan algunos vecinos, el interés esté resultando escaso. Recorremos los lugares que se ofertan, entre los que la joya de la corona es un stand en el único edificio que tiene techo y muros sólidos. No por anunciado ha sido menos noticia. Como ya advertía un borrador filtrado por The New York Times y siguiendo una política que ya había iniciado en su primer mandato, Donald Trump ha restringido la entrada de cubanos a EE UU al prohibir la emisión de la mayoría de visados. Hasta doce países están vetados por completo, casi todos con mayoría de población musulmana, y otros seis, como la Isla, tendrán limitaciones. La Administración republicana lo atribuye a “seguridad nacional” por considerar que los Gobiernos de estos países no cooperan –voluntariamente o no– a la hora de dar información de sus ciudadanos. Xavier Carbonell relata en su columna Un episodio exótico, su visita a Alba de Tormes para ver el cuerpo incorrupto de Santa Teresa. “Hago cola y por fin logro verla. Las vestiduras son nuevas –especialistas del Vaticano efectuaron el cambio de casaca– y el cuerpo muy pequeño. No parece humano, de hecho. La cara de la monja es huesuda y amarilla, como si estuviera apretando mucho los ojos por la coriza, como yo. La línea de la mandíbula es fina. Luce como un jamón bien conservado. Su color es el del jamón que cuelga en cualquier bodega castellana. El jamón más antiguo de España”. El Uvero: una simple escaramuza convertida en epopeya, por Yunior García Aguilera. “La Revolución ha sido experta en convertir las derrotas en victorias –o sea, en mentir– y en exagerar sus triunfos, por pequeños que hayan sido. El combate de El Uvero se ha presentado como un punto de inflexión, como la ‘mayoría de edad’ de un Ejército Rebelde en pañales, y como un ‘derroche de coraje’ por parte de unos incipientes barbudos. Sin embargo, al analizar los hechos con lupa, surge una imagen menos gloriosa y más terrenal de aquel enfrentamiento”. |
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